En 2023, una mujer fue asesinada por razones de género cada dos horas en la región latinoamericana. Se trata de un dato inquietante divulgado en el más reciente informe de la asociación Mundosur, una organización francoargentina que desde 2021 ha recopilado datos mensuales de feminicidios de entre 10 y 16 países de América Latina, informó RT (Rusia Today).
El último reporte incluye información de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela, con Honduras y Guatemala a la cabeza del ‘ranking’ de mujeres cuya vida fue truncada por la violencia machista.
Especialistas como la antropóloga venezolana Aimee Zambrano precisan que los feminicidios constituyen el último eslabón de la cadena de la violencia basada en género, es decir, son el culmen de situaciones de abuso que generalmente se han prolongado en el tiempo. Se trata de un asunto complejo cuyas raíces penetran en la estructura misma de las sociedades.
Si bien en las últimas décadas la presión creciente de los movimientos feministas ha conseguido que en muchos Estados se adopten legislaciones que tipifican los asesinatos por cuestiones de género y se han impuesto severas penas a los feminicidas, tales medidas acusan insuficiencia frente a la emergencia de un fenómeno que no se detiene: a las mujeres las siguen matando por ser mujeres y la impunidad no es excepcional.
De esta manera, aunque las cifras de feminicidios y de casos en los que los responsables evadieron cualquier condena son dolorosos y alarmantes, su volumen no parece hacer mella en una práctica añeja y legitimada socialmente; antes bien, despersonalizan a las víctimas y sobrevivientes y no permiten cuestionar las razones por las cuales, pese a la barbarie, los crímenes por razones de género forman parte del paisaje.
Para la investigadora argentino-brasileña Rita Segato, el orden patriarcal en el Sur Global además se entrecruza con otras formas de la opresión como el colonialismo, el racismo y el clasismo.
«Sí, ciertamente el patriarcado, pero el patriarcado está, ahorita en nuestro contexto, de la mano de lo que sería el capitalismo, incluso tiene expresión diferente […] acá en América o en África, porque es un tema social, que es el tema de colonialismo también […]. Son sistemas que se articulan», concuerda Zambrano.
En criterio de Segato, también es necesario considerar que la apuesta por el multiculturalismo que atravesó el discurso sobre lo político a inicios del milenio reveló a los poderosos que si había una dimensión capaz de echar abajo la lógica de poder que sostiene al capitalismo, esa era la lucha contra el patriarcado.
«Si bien el multiculturalismo no erosionó las bases de la acumulación capitalista, sí amenazó con corroer el fundamento de las relaciones de género, y nuestros antagonistas de proyecto histórico descubrieron, inclusive antes que muchos de nosotros, que el pilar, cimiento y pedagogía de ‘todo poder’, por la profundidad histórica que lo torna fundacional y por la actualización constante de su estructura, es el patriarcado», apunta Segato en su libro ‘La guerra contra las mujeres’.
Para los expertos está claro que la razón última de los feminicidios es el patriarcado; empero, para comprender por qué suceden no basta con enfocarse en esa categoría tan certera como general e impera hacer precisiones.
Por su parte, Zambrano especifica que la insuficiencia de las estructuras públicas para prevenir y sancionar los feminicidios muestra claramente cómo a las mujeres se les considera «ciudadanas de segunda», cuando, por ejemplo, se crean instituciones pero no se las dota del presupuesto necesario, si se lo compara con el que reciben otras entidades.
En el peor caso, se puede eliminar de un plumazo todo un entramado institucional dedicado a la protección de las mujeres. Ya sucedió en la Argentina de Javier Milei, donde los reclamos y advertencias de organizaciones feministas y ciudadanos en general no impidieron la extinción del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.
Zambrano, quien coordina el Monitor de Feminicidios Utopix, identifica un conjunto de prácticas instaladas en el corazón de nuestras sociedades que posibilitan los asesinatos –consumados o frustrados– por razones de género.
En primer lugar han de valorarse los estereotipos o roles tradicionales de género, que otorgan a la mujer un rol pasivo y subordinado frente a lo masculino. «La manera en que el patriarcado de una de otra forma intenta encausar a las mujeres que se salen de la norma es a través de la violencia y sabemos que la última expresión de la violencia es el feminicidio», detalla.
Tomado de RT
Fotos: RT