Las brechas entre los géneros se agudizaron por la COVID-19. En la cuarentena se confirmó que los roles de género prevalentes limitan el desarrollo integral de las niñas, adolescentes y mujeres: el tiempo disponible para capacitarse, formarse o participar en el mercado laboral y la vida política son reducidos porque sobre ellas recae tradicionalmente todo el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en los hogares, refiere el pronunciamiento de Onu Mujeres en homenaje al Día de la Mujer boliviana.
Ante esta situación, señala la nota, y en un contexto de crisis económica profunda y de incremento del desempleo y la pobreza, UNICEF, ONU Mujeres, OIT y el Pacto Global recuerdan que, sin la igualdad de género y el empoderamiento económico de las mujeres, no alcanzaremos los Objetivos de Desarrollo Sostenible que la Agenda 2030 nos plantea: sin igualdad real entre mujeres y hombres no erradicaremos la pobreza ni conseguiremos un crecimiento económico inclusivo y sostenible.
En el Día Mundial de la Niña y el Día de la Mujer Boliviana, las agencias de Naciones Unidas resaltan la urgencia de asegurar que las niñas y adolescentes puedan acceder a oportunidades de educación, en igualdad de condiciones. La educación es la principal fuente de cambio en cualquier proceso, y les permite a niñas y adolescentes esculpir las bases de sus proyectos de vida.
Ante ese panorama se plantea que trabajar en garantizar que estas niñas y adolescentes puedan incorporarse en los mercados laborales como mujeres profesionales exitosas. Las mujeres en América Latina tienen una ventaja importante para conseguir este objetivo: el número de mujeres con estudios terciarios supera al de hombres. De hecho, entre los nacidos en 1990, 40% de las mujeres que trabajan tienen educación terciaria, frente a 25% de los hombres.
Pero ellas deben enfrentar el reto de conciliar el trabajo remunerado con las responsabilidades familiares, repartidas de forma no equitativa, y como resultado, su inserción laboral resulta precaria: 7 de cada 10 mujeres generan ingresos en la economía informal, a menudo a tiempo parcial, sin ningún tipo de protección social. Además, deben hacer frente a otras desigualdades en el mundo del trabajo, como la segregación ocupacional, la brecha salarial, el acceso a puestos jerárquicos y la exposición a situaciones de violencia y acoso.
“Pero toda crisis es, en el fondo, una oportunidad. Y la COVID-19 no es la excepción. La pandemia ha transformado el mundo de la educación, del trabajo y de la participación política. Y las niñas, adolescentes y mujeres, desde sus propias trincheras, están reivindicando su poder como impulsoras del cambio. La pandemia está sirviendo para poner en evidencia el importante rol que ellas tienen para mover a las sociedades hacia adelante: desde las escuelas, los hogares, los hospitales, los laboratorios, los movimientos sociales y la vida política, las mujeres están demostrando que ellas pueden acelerar el cambio social”, sostiene el comunicado.
Este año 2020, conmemoramos los 25 años desde la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, la agenda global para promover los derechos y el empoderamiento de las mujeres y las niñas a nivel mundial. Los avances han sido importantes y aunque la COVID-19 ha hecho que la cuesta se haga más empinada, se sigue caminando. Ellas siguen liderando el camino.
Corresponderá a la venidera gestión de gobierno dar continuidad, en un contexto que se presume será complicado, a las acciones de lucha contra la pobreza y estas forzosamente deberán incluir la igualdad de género y el reconocimiento de los derechos de niñas, adolescentes y mujeres.